lunes, 10 de diciembre de 2012

Historia de Mijail Martínez




Pasen señores,
pasen,
aquí no ha muerto nadie,
apenas estamos velando a Julián Torres,
un hombre del pueblo,
un descontento,
uno de esos a quienes asesinan a diario porque piensan,
que no aceptan el mendrugo por las buenas,
porque les quema la palidez de los muchachos
y les incendia el alma la miseria.
No era nadie,
pero así era Julián con su sonrisa tierna,
su corazón abierto
como se abre el rancho a la sabana,
uno de tantos que no son nadie,
infinitamente más que muchos,
que por mucho se tienen.

Anoche lo mataron,
le dieron todos los golpes por delante,
tres tiros de fusil a quemarropa
del rostro a los pies,
quién sabe cuántos culatazos
y en el suelo,
los cobardes después de muerto,
encima del charco de su sangre,
lo infamaron a patadas.

Dudaban de su muerte y se ensañaron,
porque saben que su causa no se mata,
porque crece con la sangre derramada
y se hace fuerte con el aliento que se escapa.

Señores,
pasen,
aquí no ha muerto nadie,
el dolor de los hijos y la madre,
el sabor amargo de la venganza,
que satura nuestros labios
y ese cadáver que allí se guarda
no son cantos de muerte
es la vida que resbala hacia adelante,
es la historia que madura.

Cómo se siente la sangre de Julián,
cómo penetra en las arterias del pueblo,
cómo su aliento se vuelve viento
y empuja la marcha.

Señores,
cuando se vayan
dígale a los asesinos,
que la muerte de Julián,
ya se la hemos cargado a la cuenta
y que la iremos a cobrar,
que no hay plazo que no se cumpla,
que olviden la palabra clemencia,
que el futuro es nuestro
y que la deuda completa
han de pagar.

Argimiro Gabaldón 
Comandante Carache

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