sábado, 9 de marzo de 2013

El Legado de Chávez

Por. Ebert Cardoza*

Al anunciarse definitivamente la muerte del presidente Chávez, quisiera comenzar este artículo con expresar mis sentimientos de condolencia al pueblo chavista, así como a familiares, amigos y amigas, compañeros y compañeras de armas, camaradas de partido, militantes de la utopía y demás simpatizantes de la causa libertaria de los pueblos, quienes siempre mantuvieron su admiración y respeto a su liderazgo, muchas veces desde posiciones críticas e irreverentes, otras desde posturas adulantes y oportunistas, como siempre. Sin embargo, para ser sincero en este momento  singular, debemos ser consecuentes con la verdad histórica, al menos aquella que nos tocó vivir y testimoniar.

Más allá de la valoración positiva o negativa, buena o mala del presidente Chávez, solo pretendo hacer algunas reflexiones sobre el legado de quien lideró la llamada “revolución bolivariana”, pues como dijo Bolívar a las revoluciones debía juzgarse desde muy lejos y observarse desde muy cerca. 

Pues bien, durante cincuenta años he estado muy cerca, porque nací en esta tierra de gracia y desgracias, de cuantiosas riquezas y extrema pobreza, pero han pasado 200 años y esa revolución bolivariana ha mantenido un hilo conductor, tanto en el pensamiento militar como en el imaginario colectivo venezolano y latinoamericano. Pero si bien el mayor aporte de Chávez fue haber despertado de nuevo ese pensamiento, el mayor error fue haber pretendido sustituirlo y tergiversarlo para satisfacer un ego personalista.

Quienes llegaron a enfrentar a la partidocracia adeco-copeyana, desde diferentes trincheras, creyeron ingenuamente que Chávez era la opción para salir del bipartidismo puntofijista, como en efecto ocurrió. Pero, al mismo tiempo, amplios sectores de ese mismo bipartidismo acéfalo, corrupto y desacreditado, así como de la izquierda pacificada y parasitaria, comenzaron a engrosar las filas del chavismo. Muy pronto se conformó una masa burocratizada, dependiente de los favores del partido, mientras el grueso de la población se conformó -se conforma- con unas migajas -llamadas “Misiones”- caídas de la mesa del banquete petrolero. Por esa vía se reprodujo la partidocracia y el paternalismo estatista,  dominado por el fuerte personalismo mesiánico, encarnado en la figura del presidente. Por cierto, migajas que ni son garantía de seguridad social ni soberanía alimentaria, sino una creciente dependencia del pueblo frente al todopoderoso Estado venezolano, mientras una minoría en el poder –incluyendo a los politiqueros de oposición- devengan salarios de ricos por representar a los pobres. De esa manera, la vieja democracia representativa terminó reproduciéndose, pero bajo el pomposo título de “democracia participativa y protagónica”.

Hoy, la patria de Bolívar carga con una pesada deuda externa pluripolar, dependiente del gran capital trasnacional, y de una renta petrolera capturada por el capital financiero e industrial del capitalismo mundial, depredador y guerrerista. La deuda externa heredada, alcanza topes históricos que ponen en peligro la soberanía económica del país. Quienes piensan que el capital chino es bueno y el yanqui es malo, se equivocan. Ambos representan intereses del Capital, ninguno es comunista o democrático, son esencialmente capitalistas. Pero la deuda externa, como diría Sucre, es un peligro para sostener la  independencia.

A quienes han proclamado a Chávez como segundo Libertador de Venezuela y segundo redentor de la humanidad, les pregunto: ¿De quién y de qué nos libertó Chávez?. Hoy, las empresas petroleras yanquis son más dueñas del petróleo venezolano a través de convenios entreguistas firmados por el comandante-presidente, los chinos y rusos han entrado de lleno en el reparto, recolonizando el territorio a merced de la globalización y el neoliberalismo disfrazado de “socialismo del siglo XXI”, el dólar de Washington ha sido revaluado frente a un devaluado Bolívar, mientras se justifican las medidas por razones económicas indefendibles. La inflación tragándose el deteriorado salario de la clase trabajadora y condenando a la miseria a los sectores más desposeídos, los ejércitos mercenarios de USA y la OTAN, cercando y amenazando la patria por todos lados para despojarla de sus riquezas, y poder sobrevivir como potencias en medio de una crisis inminente del sistema capitalista. Ni nos hemos liberado del imperio del capital, ni hemos roto las cadenas de la globalización, por el contrario, las hemos reforzado. Hoy somos más dependientes de la producción de alimentos foránea y de la renta petrolera internacional, lo cual nos hace vulnerables a la crisis económica mundial.

El legado de Chávez ha dejado a un país dividido entre chavistas y escuálidos, donde los Ni-Ni y terceros caminos, han sido despojados hasta de su derecho a disentir, donde los odios entre sectores fascistas de derecha y de izquierda amenazan con encender la pradera, donde la lucha por el poder se está dirimiendo entre dos minorías que no representan ni la mitad de la población total de Venezuela, donde la renta petrolera es repartida como botín entre una cuerda de choros representantes del pueblo.

Con el fallecimiento de Chávez, se aleja la posibilidad de saber cuál será el destino de un pueblo tomado por asalto por el narcotráfico, verdadero flagelo que ha invadido todos los sectores sociales, políticos, económicos y militares, porque se fue el comandante sin dictarse sentencia contra Walid Mackled y su red de cómplices civiles y militares de alto rango. Por ahora, el “caiga quien caiga”, será sólo un arrebato de retórica política, más no una práctica de justicia en el cumplimiento de la ley. Tampoco se sabrá quiénes mandaron a matar a Danilo Anderson, y a los cientos de dirigentes campesinos e indígenas, como el cacique Sabino. La impunidad seguirá como carcoma del sistema judicial venezolano. Tampoco vamos a saber qué se habló en Fuerte Tiuna entre Jimmy Carter, Gustavo Cisneros y Hugo Chávez a dos años del golpe de Estado de 2002, ni vamos a saber cuáles fueron los entretelones de la reunión en Santa Marta con el presidente Santos de Colombia, cuando se negoció a Mackled, para su extradición a Venezuela, por la entrega al gobierno colombiano de presuntos guerrilleros. Será un misterio conocer -en verdad- cuál fue el papel real del comandante-presidente para los intereses estratégicos de Estados Unidos y su posicionamiento militar en la región, y por qué Chávez aceptó las bases militares norteamericanas en Colombia, bajo el argumento que era un problema del Estado colombiano, después de haber desatado severas críticas contra las mismas.


En lo particular, respeto cualquier tendencia ideológica, política o religiosa, siempre y cuando sea en procura de construir un mundo más humano, pero tengo derecho a expresar mi posición como estudioso de la historia de Venezuela. Siempre voy a reconocer los logros sociales alcanzados durante la gestión de cualquier gobierno, más como una conquista del pueblo y no como una dádiva del gobierno, pero seré un crítico implacable contra todo endiosamiento, culto a la personalidad, mitificación mesiánica, así como a todo “ismo” de corte fascista que siembre la semilla de la violencia horizontal o “guerra civil”, como diríamos en términos históricos. 

En todo caso, independientemente de mi apreciación personal con respecto al presidente Chávez, la historia, aparte de hechos, es un conocimiento en permanente construcción colectiva. La historia me enseñará con el paso tiempo, con su cúmulo de lecciones y experiencias, cuál fue el verdadero papel de Chávez en el contexto de la globalización y el neoliberalismo, como sistema de dominación mundial en marcha, más allá de la retórica y la demagogia.

Las alimañas y escorpiones, que se enriquecieron a la sombra de Chávez, de quienes habló el general Müller Rojas saben a qué me refiero, pero su veneno no podrá matar la conciencia de cientos de hombres y mujeres convencidos de la necesidad de una revolución continental, como la soñó Miranda, Bolívar, Martí, Sandino y el Che, capaz de colocarse a la altura de los pueblos que luchan por su liberación, sin traicionar la esperanza por construir un mundo mejor. Ciertamente, la marcha hacia la gran patria no muere con la muerte de un guerrero, pero puede retroceder por la traición de un hombre.

El legado del comandante-presidente Hugo Chávez, se materializa en una constitución de corte neoliberal, con la cual se instauraron las “cadenas jurídicas de la globalización” en Venezuela, por ahora defendida por gobierno y oposición, así como todo un andamiaje jurídico que incluye una Ley Contra el Terrorismo, versión tropical de la Ley Patriota del imperio, donde se considera un “Acto Terrorista” cualquier acto con intenciones de “destruir las estructuras políticas fundamentales, constitucionales, económicas o sociales de un país o de una organización internacional” (Art. 4), lo cual niega implícitamente la posibilidad de toda acción revolucionaria, y criminaliza cualquier actividad que pretenda subvertir el nuevo orden mundial.

Si todos somos Chávez, somos una caricatura de revolución y estamos destinados a repetir los errores del “socialismo real” y el “capitalismo con rostro humano”, que han llevado a la humanidad a un callejón sin salida ante la degradación social y ambiental, así como la destrucción del planeta en los albores del siglo XXI. Lo siento por quienes no entienden, por ahora, pero el sistema ha inventado todo recurso para mantener su reproducción en el tiempo, sin cambiar su estructura, sin explicar su coyuntura, pues el legado del extinto presidente no se podrá comprender sólo en una determinada contingencia de relevo presidencial, sino en un contexto estructural y superestructural históricamente dado, impuesto por las grandes corporaciones del capital que pretenden instaurar su gobierno mundial a costa de sangre y petróleo.

*Historiador

2 comentarios:

  1. La deuda externa heredada, alcanza topes históricos que ponen en peligro la soberanía económica del país. Quienes piensan que el capital chino es bueno y el yanqui es malo, se equivocan.

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  2. Si todos somos Chávez, somos una caricatura de revolución y estamos destinados a repetir los errores del “socialismo real” y el “capitalismo con rostro humano”, que han llevado a la humanidad a un callejón sin salida a

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