Por. Ebert
Cardoza*
Al anunciarse
definitivamente la muerte del presidente Chávez, quisiera comenzar este
artículo con expresar mis sentimientos de condolencia al pueblo chavista, así
como a familiares, amigos y amigas, compañeros y compañeras de armas, camaradas
de partido, militantes de la utopía y demás simpatizantes de la causa
libertaria de los pueblos, quienes siempre mantuvieron su admiración y
respeto a su liderazgo, muchas veces desde posiciones críticas e
irreverentes, otras desde posturas adulantes y oportunistas, como siempre. Sin embargo, para ser sincero en este momento singular, debemos
ser consecuentes con la verdad histórica, al menos aquella que nos tocó vivir
y testimoniar.
Más allá de la
valoración positiva o negativa, buena o mala del presidente Chávez, solo
pretendo hacer algunas reflexiones sobre el legado de quien lideró la llamada
“revolución bolivariana”, pues como dijo Bolívar a las revoluciones debía
juzgarse desde muy lejos y observarse desde muy cerca.
Pues bien, durante
cincuenta años he estado muy cerca, porque nací en esta tierra de gracia y
desgracias, de cuantiosas riquezas y extrema pobreza, pero han pasado 200
años y esa revolución bolivariana ha mantenido un hilo conductor, tanto en el
pensamiento militar como en el imaginario colectivo venezolano y
latinoamericano. Pero si bien el mayor aporte de Chávez fue haber despertado
de nuevo ese pensamiento, el mayor error fue haber pretendido
sustituirlo y tergiversarlo para satisfacer un ego personalista.
Quienes llegaron
a enfrentar a la partidocracia adeco-copeyana, desde diferentes trincheras,
creyeron ingenuamente que Chávez era la opción para salir del bipartidismo
puntofijista, como en efecto ocurrió. Pero, al mismo tiempo, amplios sectores
de ese mismo bipartidismo acéfalo, corrupto y desacreditado, así como de la
izquierda pacificada y parasitaria, comenzaron a engrosar las filas del
chavismo. Muy pronto se conformó una masa burocratizada, dependiente de los
favores del partido, mientras el grueso de la población se conformó -se
conforma- con unas migajas -llamadas “Misiones”- caídas de la mesa del
banquete petrolero. Por esa vía se reprodujo la partidocracia y el
paternalismo estatista, dominado por el fuerte personalismo mesiánico,
encarnado en la figura del presidente. Por cierto, migajas que ni son
garantía de seguridad social ni soberanía alimentaria, sino una creciente
dependencia del pueblo frente al todopoderoso Estado venezolano, mientras una
minoría en el poder –incluyendo a los politiqueros de oposición- devengan
salarios de ricos por representar a los pobres. De esa manera, la vieja
democracia representativa terminó reproduciéndose, pero bajo el
pomposo título de “democracia participativa y protagónica”.
Hoy, la patria de
Bolívar carga con una pesada deuda externa pluripolar, dependiente del gran
capital trasnacional, y de una renta petrolera capturada por el capital
financiero e industrial del capitalismo mundial, depredador y guerrerista. La
deuda externa heredada, alcanza topes históricos que ponen en peligro la
soberanía económica del país. Quienes piensan que el capital chino es bueno y
el yanqui es malo, se equivocan. Ambos representan intereses del Capital,
ninguno es comunista o democrático, son esencialmente capitalistas.
Pero la deuda externa, como diría Sucre, es un peligro para
sostener la independencia.
A quienes han
proclamado a Chávez como segundo Libertador de Venezuela y segundo redentor
de la humanidad, les pregunto: ¿De quién y de qué nos libertó Chávez?. Hoy,
las empresas petroleras yanquis son más dueñas del petróleo venezolano a
través de convenios entreguistas firmados por el comandante-presidente, los
chinos y rusos han entrado de lleno en el reparto, recolonizando el
territorio a merced de la globalización y el neoliberalismo disfrazado de
“socialismo del siglo XXI”, el dólar de Washington ha sido revaluado frente a
un devaluado Bolívar, mientras se justifican las medidas por razones
económicas indefendibles. La inflación tragándose el deteriorado salario de
la clase trabajadora y condenando a la miseria a los sectores más
desposeídos, los ejércitos mercenarios de USA y la OTAN, cercando y
amenazando la patria por todos lados para despojarla de sus riquezas, y poder
sobrevivir como potencias en medio de una crisis inminente del sistema capitalista.
Ni nos hemos liberado del imperio del capital, ni hemos roto las cadenas de
la globalización, por el contrario, las hemos reforzado. Hoy somos
más dependientes de la producción de alimentos foránea y de la renta
petrolera internacional, lo cual nos hace vulnerables a la crisis económica
mundial.
El legado de
Chávez ha dejado a un país dividido entre chavistas y escuálidos, donde los
Ni-Ni y terceros caminos, han sido despojados hasta de su derecho a
disentir, donde los odios entre sectores fascistas de derecha y de izquierda
amenazan con encender la pradera, donde la lucha por el poder se está
dirimiendo entre dos minorías que no representan ni la mitad de la población
total de Venezuela, donde la renta petrolera es repartida como botín entre una
cuerda de choros representantes del pueblo.
Con el
fallecimiento de Chávez, se aleja la posibilidad de saber cuál será el
destino de un pueblo tomado por asalto por el narcotráfico, verdadero flagelo
que ha invadido todos los sectores sociales, políticos, económicos y
militares, porque se fue el comandante sin dictarse sentencia contra Walid
Mackled y su red de cómplices civiles y militares de alto rango. Por ahora,
el “caiga quien caiga”, será sólo un arrebato de retórica política, más no una
práctica de justicia en el cumplimiento de la ley. Tampoco se sabrá
quiénes mandaron a matar a Danilo Anderson, y a los cientos de dirigentes
campesinos e indígenas, como el cacique Sabino. La impunidad seguirá como
carcoma del sistema judicial venezolano. Tampoco vamos a saber qué se habló
en Fuerte Tiuna entre Jimmy Carter, Gustavo Cisneros y Hugo Chávez a dos años
del golpe de Estado de 2002, ni vamos a saber cuáles fueron los entretelones
de la reunión en Santa Marta con el presidente Santos de Colombia, cuando se
negoció a Mackled, para su extradición a Venezuela, por la entrega al
gobierno colombiano de presuntos guerrilleros. Será un misterio conocer -en
verdad- cuál fue el papel real del comandante-presidente para los intereses
estratégicos de Estados Unidos y su posicionamiento militar en la región, y
por qué Chávez aceptó las bases militares norteamericanas en Colombia,
bajo el argumento que era un problema del Estado colombiano, después de haber
desatado severas críticas contra las mismas.
En lo particular,
respeto cualquier tendencia ideológica, política o religiosa, siempre y
cuando sea en procura de construir un mundo más humano, pero tengo derecho a
expresar mi posición como estudioso de la historia de Venezuela. Siempre voy a reconocer los logros sociales alcanzados durante la
gestión de cualquier gobierno, más como una conquista del pueblo y no como
una dádiva del gobierno, pero seré un crítico implacable contra todo endiosamiento, culto a la personalidad, mitificación mesiánica, así
como a todo “ismo” de corte fascista que siembre la semilla de la violencia
horizontal o “guerra civil”, como diríamos en términos históricos.
En todo
caso, independientemente de mi apreciación personal con respecto al
presidente Chávez, la historia, aparte de hechos, es un conocimiento en
permanente construcción colectiva. La historia me enseñará con el paso
tiempo, con su cúmulo de lecciones y experiencias, cuál fue el verdadero
papel de Chávez en el contexto de la globalización y el neoliberalismo, como
sistema de dominación mundial en marcha, más allá de la retórica y la
demagogia.
Las alimañas y
escorpiones, que se enriquecieron a la sombra de Chávez, de quienes
habló el general Müller Rojas saben a qué me refiero, pero su veneno no
podrá matar la conciencia de cientos de hombres y mujeres convencidos de la
necesidad de una revolución continental, como la soñó Miranda, Bolívar,
Martí, Sandino y el Che, capaz de colocarse a la altura de los pueblos que
luchan por su liberación, sin traicionar la esperanza por construir un mundo
mejor. Ciertamente, la marcha hacia la gran patria no muere con la muerte de
un guerrero, pero puede retroceder por la traición de un hombre.
El legado del
comandante-presidente Hugo Chávez, se materializa en una constitución de
corte neoliberal, con la cual se instauraron las “cadenas jurídicas de la
globalización” en Venezuela, por ahora defendida por gobierno y oposición,
así como todo un andamiaje jurídico que incluye una Ley Contra el Terrorismo,
versión tropical de la Ley Patriota del imperio, donde se considera un “Acto
Terrorista” cualquier acto con intenciones de “destruir las estructuras
políticas fundamentales, constitucionales, económicas o sociales de un país o
de una organización internacional” (Art. 4), lo cual niega implícitamente la
posibilidad de toda acción revolucionaria, y criminaliza cualquier actividad
que pretenda subvertir el nuevo orden mundial.
Si todos somos
Chávez, somos una caricatura de revolución y estamos destinados a repetir los
errores del “socialismo real” y el “capitalismo con rostro humano”, que han
llevado a la humanidad a un callejón sin salida ante la degradación social y
ambiental, así como la destrucción del planeta en los albores del siglo XXI. Lo siento por quienes no entienden, por ahora, pero el sistema ha
inventado todo recurso para mantener su reproducción en el tiempo, sin
cambiar su estructura, sin explicar su coyuntura, pues el legado del extinto
presidente no se podrá comprender sólo en una determinada contingencia de
relevo presidencial, sino en un contexto estructural y superestructural
históricamente dado, impuesto por las grandes corporaciones del capital que
pretenden instaurar su gobierno mundial a costa de sangre y petróleo.
|
*Historiador
La deuda externa heredada, alcanza topes históricos que ponen en peligro la soberanía económica del país. Quienes piensan que el capital chino es bueno y el yanqui es malo, se equivocan.
ResponderEliminarSi todos somos Chávez, somos una caricatura de revolución y estamos destinados a repetir los errores del “socialismo real” y el “capitalismo con rostro humano”, que han llevado a la humanidad a un callejón sin salida a
ResponderEliminar